(jueves 9 de marzo de 2023)
Siguiendo con la celebración del Día Internacional de la Mujer, haz clic en la siguiente imagen para acceder a este interesante artículo.
Autora: Silvia Tagarro Díaz, alumna de 2º de Bachillerato del I.E.S. Jorge Manrique en el curso 2021/22.
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(miércoles 8 de marzo de 2023)
Haz clic en la siguiente imagen para acceder a este interesante artículo sobre las Sinsombrero, con el que queremos celebrar el Día Internacional de la Mujer.
Autora: Clara Matute Molina, alumna de 1º de Bachillerato del I.E.S. Jorge Manrique.
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(jueves 2 de marzo de 2023)
Era una tarde apacible, soleada y tranquila en la Palma, de esas tardes dónde ya el sol de septiembre no calienta mucho porque está despidiéndose del verano.
Isla de La Palma. (Imagen con licencia Wikimedia Commons)
Ese domingo, 19 de septiembre, lo único que rompió la calma de los palmeros fue cuando la vieja Moira, que vive en la falda del volcán Cumbrevieja, se la vio merodeando por Todoque.
La vieja Moira se había dedicado al encaje de bolillos desde toda la vida y cuentan que, desde siempre también, tuvo una sensibilidad especial para adivinar el destino, pero que no lo adornaba.
Hace ya mucho tiempo, un hombre instruido en letras, al que le anunció un mal destino, la apodó como la Moira, por eso de lo de tejer y porque así se conocía al destino en la mitología griega.
Las tres Moiras. Relieve. Alte Nationalgalerie de Berlín. (Imagen con licencia Wikimedia Commons)
Cuentan que este hombre que había llegado a la isla en busca de información sobre el volcán e inspiración para el libro que estaba escribiendo, se encontró con la vieja subiendo la ladera del volcán y a cambio de unas monedas dijo que le podía adivinar su futuro, como hombre de ciencia escéptico, le pidió una prueba que hiciera verídico su oficio.
Y la vieja, para que creyera, primero le dijo el día que vio la luz, como la Moira hilandera, que hilaba la hebra de la vida. Después le recordó su pasado y lo que habría de pasarle, le echó la suerte, como la Moira que medía con su vara la longitud del hilo de la vida. Y no contenta con esto, le dijo el día que se iría y cómo se iría, como la Moira que para la rueca y corta el hilo de la vida.
Como las Moiras, aquella vieja provocaba temor y cuentan que aquel hombre, de ese encuentro, nunca se recuperó.
Desde entonces, la vieja Moira siempre traía mal fario y no gustaba verla por el barrio de Todoque.
El reloj de la Iglesia de San Pío X, daban las tres de la tarde cuando el Cumbrevieja se despertó.
El Cumbrevieja volvía de nuevo, como primera deidad del Olimpo de los dioses y, desde su trono, en el monte sagrado contempla a los humanos con ojos de águila.
Como dios de la Justicia, cansado por el poco respeto de los hombres al Universo, ha mandado llamar a Hefesto, dios herrero, para que escupa su fuego y así los hombres sepan que nunca llegarán a superar el poder de los dioses, por mucho progreso que sean capaces de alcanzar, porque la fuerza de la naturaleza será siempre superior a ellos. Y el dios del Olimpo castigará con su fuerza, si no se cuida la Tierra.
Hefesto. (Imagen con licencia Wikimedia Commons)
El Cumbrevieja, el dios del Olimpo seguirá escupiendo su fuego quién sabe cada cuánto, por evolución de ciclos, cada cientos de años o cuando los dioses dejen de estar enfadados.
Y, mientras tanto, los palmeros buscan con “ojo avizor” a la vieja Moira que ha desaparecido como si Hades la hubiera arrastrado con él al inframundo del Cumbrevieja.
Realidad o mito, el Cumbrevieja, aunque dormido, sigue vivo.
Erupción volcánica en La Palma, 2021. (Imagen con licencia Wikimedia Commons)
Autora: Raquel Shaopan Ortiz Langa, alumna de 2º de Bachillerato del I.E.S. Jorge Manrique. Fue galardonada con el primer premio en el Concurso Literario 2021-22 (en la categoría de Bachillerato), organizado por el Departamento de Lengua y Literatura.
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(martes 28 de febrero de 2023)
El profesor acaba de llegar y ha dejado su carpeta y el libro de la asignatura sobre la mesa. Se ha dado la vuelta y, ahora, contempla su clase. Él mira a los alumnos, sin embargo, ninguno de ellos le devuelve la mirada. Tiene la impresión de estar en un plano de la realidad diferente, alejada. Más o menos como siempre, o como si no estuviera en ningún plano, ni siquiera en el de una realidad inventada. Es posible que, el hecho de ser profesor de Filosofía, provoque esos pensamientos.
Unos miran sus móviles, otros conversan en corrillos animados. Otro, a quien no reconoce, está echado sobre la mesa, con la cabeza entre ambos brazos entrelazados. “Mira, este debe ser Sísifo. Eso o alguien que ha pasado muy mala noche...”, se dice el profesor, y con una sonrisa que no se ve porque aún todos llevan mascarilla. Entonces, el profesor observa a la compañera del alumno dormido, Adela, una de las que mejores notas saca. Adela mira por la ventana. “¿Ni siquiera Adela se ha dado cuenta que estoy aquí?”, se pregunta el profesor en voz alta. Nadie le responde.
Por fin, el profesor bate sus palmas. Lo hace lentamente, de menos a más, hasta que por fin, el sonido es lo suficientemente fuerte como para conseguir atraer la atención de la clase, excepto del durmiente, que continúa en la misma posición: tirado sobre la mesa.
-Que alguien despierte a Sísifo -dice el profesor.
-¿A quién? -preguntan algunos.
-A nuestro bello durmiente, debe haber pasado la noche en vela, como Sísifo. ¿Nunca habéis oído hablar de ese mito? -pregunta el profesor, señalando el lugar donde se encuentra Martín.
-¡Es Martín, profe! -exclama Mario, que se sienta detrás de él.
-¡Despierta Sisisifó! -le grita.
Martín, por fin, despierta. Levanta la cabeza. Le cuesta abrir los ojos del todo. No sabe dónde está, si sigue en el sueño, si esa escena es real.
-A ver, Mario. No, no es Sisisifó. Es Sísifo.
-Da igual, ¡a partir de hoy a Martín le llamaremos Sísisifó. Toda la clase ríe a carcajadas.
-Bien, comencemos la clase. Ya está bien -dice el profesor, girándose hacia el ordenador y mirando la pantalla táctil de clase. En ese momento piensa si será verdad que acaba de ponerle sin querer un mote a un alumno. De forma circunstancial, casual... Probablemente, en cinco minutos lo tendrán olvidado..., se dice.
En cualquier caso, sacar el tema de Sísifo no era algo que se le hubiera ocurrido al profesor así porque sí. Era el tema que tratarían hoy en clase: Los mitos. En realidad, un tema complicado. El profesor tenía la clase preparada, un buen montón de datos, nombres, historias imposibles de poderosos dioses y hombres mortales que viven una vida azarosa y llena de giros dramáticos. Pero cuando iba a comenzar a contar esos mitos reparó que, quizá, esa no era la mejor idea. Al menos, no de esa forma. Lo ideal sería hacer que los estudiantes participaran, incluso Martín, a ver si despertaba de una vez... Así es que, tras enumerar las enrevesadas historias que contenían los mitos elegidos, para tener una visión amplia de lo que los griegos quisieron contar y dejar para la Historia, el profesor tuvo una idea.
-A ver, chicos, para la semana que viene quiero que escojáis uno de los mitos de los que hemos hablado en clase y lo trasladéis a vuestra vida diaria, a lo que nos rodea, a las noticias de la actualidad, a lo que queráis, pero que relacionéis el mito con el presente. ¿Sería posible que lo que escribieron los griegos hace tanto y tanto tiempo se podría escribir a día de hoy? Voy más allá: No os limitéis a los mitos griegos, pues como hemos visto los mitos han surgido en muchos pueblos, siempre para dar una respuesta a cuestiones que les resultaban inexplicables. Como a nosotros... - concluyó el profesor, dando por terminada la clase.
*****
-¡Vamos Sisisifó! ¿Te has despertado ya? -dice Mario, agitando los hombros de Martín. Los que están alrededor ríen a carcajadas, otra vez.
Parece que el mote se va a quedar junto a Martín. ¿Por cuánto tiempo? Eso no lo sabe nadie, ni siquiera Zeus, o los otros dioses de los mitos.
*****
-¿Adela? -pregunta Martín, cuando el jaleo desaparece-. ¿Entonces qué es lo que hay que hacer?
Adela mira de lado a Martín.
-¿En serio no te has enterado? ¿Sigues dormido?
*****
Cuando Martín, gracias a Adela, sabe lo que tiene que hacer, suspira. “Vaya rollo”, piensa. “Bueno, esto es para la semana que viene”, se dice... Y así llega el día de antes de la semana que viene. En el classroom está la tarea por hacer. Adela se lo explicó bien. Si de algo le sirvió a Martín que, de vez en cuando, le llamaran Sisisifó es que se interesó por el tema. Buscó por Internet y vio que hasta un tal Albert Camus, un filósofo muy importante, escribió sobre el tema. Aunque le pareció bastante complejo de entender. Solo pudo resumirlo todo en que estamos atrapados, de una forma u otra, como Sísifo, y que vivimos en un absurdo que al final parece ser lo normal, luego tampoco es tan absurdo. “Vaya lío”, piensa Martín.
Así es que, siguiendo la tarea comenzó por el principio. ¿A quién tenía a su alrededor? ¿A quién podía preguntar para saber si los mitos tenían sentido hoy? A Clarita, su hermana. Esa sería la primera. Se acercó hasta su cuarto. Clarita estaba pintando, sentada en su silla frente a la mesa.
-No me molestes, estoy muy ocupada -dice Clarita.
-A ver Clarita, Clara -dice Martín-. ¿Tú crees que nuestra vida tiene sentido? Que lo que hacemos todos los días tiene algún sentido? ¿Ir a cole todos los días? ¿Levantarse, lavarse, desayunar...?
Clarita sigue dibujando sobre el papel. La verdad es que el hermano, Martín, no sabe muy bien qué es lo que dibuja, pero está gastando todas las ceras de todos los colores.
-Pues mira, Martín. ¿Te gusta mi dibujo?
Martín piensa. Observa el dibujo y responde con la cabeza. Sí, dice sin decirlo.
Después, Martín va a buscar a su madre. Está sentada, frente al televisor. Hace poco que ha llegado a casa, del trabajo. Se ha colocado una mantita sobre las piernas y el gato se ha subido. Martín piensa que todo eso que ve parece tener un sentido.
-Mamá -dice-. Y le explica la tarea. El mito, el de Sísifo que ha elegido él. Eso de estar condenado a hacer algo inútil, todos los días, sin fin...
El mito de Sisifo. (Imagen de Public Domain Vectors)
-La madre le mira y le dice que, sin duda, ella hace demasiadas cosas que no quiere hacer, que las hace todos los días. Por ejemplo, estar detrás de él para que recoja la habitación, para que estudie, para que no pierda el tiempo...
Martín lo entiende a la primera. Escucha cómo las llaves de la puerta suenan. Un sonido que le suena a salvación. Es su padre, que llega a casa del trabajo. Martín piensa que con su madre lo tiene todo dicho y va hacia la puerta de entrada. Espera al padre, que gira sobre sus pasos para cerrar la puerta.
-Papá. ¿Te puedo hacer una pregunta? Es una tarea del Insti...
-Claro -dice el padre-, pero déjame llegar a casa... Martín sigue al padre hasta la habitación.
-Espera, antes de que te cambies. Te pregunto: ¿Sabes quién es Sísifo?
-Sí, claro el personaje del mito. El de la piedra. Condenado eternamente a hacer algo inútil.
-¡Exacto! -exclama Martín-.
-¿Crees que esa historia se podría comparar con hoy, con lo que nos pasa a todos?
El padre le muestra el maletín. Esta es mi piedra, Martín. La llevo todos los días, a la oficina. Pero, ¿sabes? Mi trabajo me gusta y me dan un sueldo. Y tengo fines de semana y días libres en verano. Y os veo crecer, a ti y a Clarita. Y puedo compraros ropa, alimento, y algún capricho... Así es que la piedra... Al final compensa.
Martín mira a su padre con asombro. Al final la tarea del Insti le está gustando.
*****
-¡Vamos Sisisifó, que tú puedes! -grita Mario.
El profesor frunce el ceño y arruga los labios, solo que esto último nadie lo ve, la mascarilla lo oculta.
Martín se levanta con un papel en la mano. Se acerca hasta la mesa del profesor y mira a todos. Les cuenta que ha elegido el mito de Sísifo. Todos ríen. Les cuenta lo que ha observado en su familia, en su hermana, que es pequeña y no entiende eso del absurdo. De su madre que, sí, vive esclava porque él no hace lo que le dice; y lo de su padre, que sí, que en cierta forma es esclavo, pero que incluso siéndolo, encuentra ventajas. También añade que en el caso de Sísifo, pocas ventajas hubiera podido encontrar porque era esclavo sin ninguna recompensa. Y, tras decir todo esto, dice:
-Y, sí, me podéis llamar Sisisifó. Estoy de acuerdo. Porque yo soy Sisisifó, pero vosotros también.
Autora: Aitana Bermejo Martos, alumna de 2º de Bachillerato del curso 2021/22 del I.E.S. Jorge Manrique. Fue galardonada con el accésit en el Concurso Literario 2021-22 (en la categoría de Bachillerato), organizado por el Departamento de Lengua y Literatura.
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