El Zurriburri

"La revista digital del Manrique cultural"

Zurriburri Nº 0002. Voces de Chernóbil, de Svetlana Alexiévich.

(viernes 26 de abril de 2019)

Hoy, viernes 26 de abril de 2019, se cumplen 33 años de la catástrofe de Chernóbil. Queremos recordar desde estás páginas a todas las víctimas que sufrieron este accidente que nunca debió suceder. Y lo haremos publicando la reseña del libro Voces de Chernóbil, de Svetlana Alexiévich que se publicó el 26/04/2016 (cuando se cumplía el trigésimo aniversario), en el blog amigo:                                                                             

                                                                  unlibroaldia.blogspot.com

Aprovechamos para recomendar fervientemente este blog literario a todos los amantes de la lectura.

 

 

martes, 26 de abril de 2016

 

                                                                         Voces de Chernóbil Svetlana Alexievich 

Idioma original: ruso
Título original: Tchernobylskaia Molitva
Año de publicación: 2005
Traducción: Ricardo San Vicente

No tengo yo la impresión de que el 26 de abril de 1986 esté ya a una distancia de 30 años de hoy. Será que uno empieza a hacerse mayor. Porque precisamente hoy, 26 de abril de 2016 hace exactamente 30 años de una de las mayores catástrofes de la historia. Pero si bien todo lo que conocemos de los horrores parece tener que ver con la guerra (el gulag stalinista, Auschwitz, etc) con Chernóbil, que está impregnado de todos los rasgos de la guerra (soldados, evacuaciones, explosión, héroes,…) ha empezado –afirma Svetlana Alexiévich–  la historia de las catástrofes.

Svetlana Alexiévich nos habla en este libro a través de las voces de los apestados de Chernóbil, a través de los nadies de Eduardo Galeano: los hijos de nadie, los dueños de nada; los ningunos, los ninguneados; los que no son, aunque sean; los que no son seres humanos, sino recursos humanos; los que no tienen cara, sino brazos; los que no tienen nombre, sino número; los que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local; los nadies, que cuestan menos que la bala [y por supuesto, que la radiación] que los mata.

Todavía hoy en día si uno quiere recabar información sobre lo ocurrido podemos encontrarnos con frases como: Hasta hoy no existen trabajos concluyentes sobre la incidencia real, y no teórica, de este accidente en la mortalidad poblacional. O como: Solo una pequeña parte de los liquidadores se vieron expuestos a altos índices de radiactividad. Se llamaban liquidadores a los encargados de “liquidar” las consecuencias del accidente de Chernóbil. Según Svetlana sólo en las listas de los liquidadores de Belarús [Bielorrusia] constan 115.493 personas. Según los datos del Ministerio de Sanidad, desde 1990 hasta 2003 han fallecido 8.553 liquidadores. Dos personas al día. De aquí el extraordinario mérito de Svetlana Alexiévich de contar Chernóbil dando voz a los nadies, a los que resulta imprescindible oír.

Una voz de nadie se pregunta para qué recuerda la gente, ¿para restablecer la verdad? ¿La justicia? ¿Para liberarse y olvidar?:

Quería olvidar. […] Y creía que lo más horroroso ya me había sucedido en el pasado. La guerra. Que estaba protegido, que ya estaba a salvo. A salvo gracias a lo que sabía, a lo que había experimentado…  Pero he viajado a la zona de Chernóbil. […] Y allí he comprendido que me veo impotente. Que no comprendo. Y me estoy destruyendo con esta incapacidad de comprender. […]  A mí me destruye el futuro, no el pasado. ¿Para qué recuerda la gente? (p. 61)

Muchas de las voces nos hablan de las medidas de protección que se proporcionó a la población ante la radiación:

Llegaron los primeros periodistas extranjeros. El primer grupo de filmación. Llevaban unos monos de plástico, con cascos y con botas y guantes de goma; hasta la cámara iba en una funda especial. Los acompañaba una de nuestras muchachas, la traductora. Ella iba con traje de verano y zapatillas. (p. 143)

Las voces hablan también de los bomberos, los soldados, los muchachos llevados directamente del pupitre al cuartel, los trabajadores de fábricas llevados a la zona,  de todos los héroes de los que se sirvió el Estado para hacer frente a la hecatombe:

Para dar en el blanco los pilotos [de helicóptero] abrían las ventanillas de las cabinas y apuntaban abajo, con qué inclinación entrar. ¡Las dosis eran de locura! (p. 211)

¿Y los cuatrocientos mineros que taladraron el túnel de debajo del reactor? Hacía falta abrir un túnel para inyectar nitrógeno líquido en la base y congelar una almohadilla de tierra: así se dice en el lenguaje técnico. De otro modo, el reactor se hubiera desplomado en las aguas subterráneas. Mineros de Moscú, de Kíev, de Dnepropetrovsk. Y, en cambio, aquellos muchachos, desnudos, a 50 grados de temperatura, empujaban a cuatro patas las vagonetas. Allí dentro había aquellos mismos cientos de roentgen. Ahora se están muriendo. (p. 246)

Algunas voces narran el sentimiento del deber, del orgullo de ser un buen comunista, no albergando duda alguna sobre lo que las autoridades contaban en el momento:

Desde el punto de vista de nuestra cultura, pensar en uno mismo es una muestra de egoísmo. Algo propio de los pobres de espíritu. Siempre encuentras algo que está por encima de ti. De tu vida. (p. 211)

Algunas voces se atreven 19 años después –Svetlana Alexiévich escribe este libro en 2005 – a criticar la incompetencia gubernamental:

Pero las autoridades callaban. Solo después de que se celebraran las fiestas [fiesta nacional del 9 de mayo], Gorbachov afirmó: “No se preocupen, camaradas, la situación está bajo control. Es un incendio, un simple incendio. No es nada grave. Allí la gente vive, trabaja”. Y nosotros lo creíamos. (p. 255)

En las sesiones de la comisión gubernamental se informaba simplemente, como si tal cosa: ”Para esto hay que perder dos o tres vidas. Y para esto, una vida”. Así de sencillo, como si tal cosa. (p. 246)

Se habla también de los programas de televisión que empezaron a proliferar haciendo ver a la población que todo era completamente normal; era sólo que las emisoras occidentales pretendían difundir el pánico. Se podía ver cómo se acercaba el dosímetro a distintos alimentos. Pero todo era un engaño. Los dosímetros militares de los que entonces disponía el ejército no estaban preparados para medir alimentos, sólo podían medir la radiación ambiental. Otros dosímetros no funcionaban porque no estaban cargados. Para que empezaran a contar, había que cargarlos con una dosis inicial de radiación. Semejante cantidad de mentiras sobre Chernóbil sólo había podido darse en los tiempos de Stalin. Se engañaba a la gente. Y la engañaba el Estado.

Hablan otras voces de nadies situados aún más bajo en el escalafón de apestados. ¿Pero existe tal posición? Sí, la de los tayikos del Pamir que son asesinados por los tayikos de Kuliab; la de los tayikos de Kuliab, que son asesinados por los tayikos del Pamir; la de los rusos perseguidos por los kirguises; la de los chechenos perseguidos por los rusos,… Estos nadies se agarran (diría que como clavo ardiendo, pero puede parecer un chiste y no quiero hacer chistes) a la tierra ardiente, radiante de Chernóbil para sobrevivir (sí, no es una errata, he escrito para sobrevivir), no temen a la contaminación radiactiva, a quien temen es a los hombres, a la gente armada.

Muchas de las voces tratan de entender, no lo que significó, sino lo que significa Chernóbil, cómo vivir –y no morir – después de Chernóbil:

El acontecimiento aún se encuentra al margen de la cultura. Es un trauma de la cultura. (p. 145)

El 26 de abril de 1986 sufrimos otra guerra más. Y ésta no ha acabado. (p. 219)

Algunas voces nos hablan de los niños. Los niños que ya de muy pequeños conocen la palabra alopecia, porque muchos se han quedado sin pelo, sin cejas, sin pestañas. Los niños que se han acostumbrado a la idea de que no se pueden sentar en la hierba, no pueden coger flores, no pueden subirse a un árbol. Terribles voces que nos hablan de los niños tristes que no ríen, a los que no hay nada que les pueda asombrar o alegrar, que tienen conciencia de la muerte, que hablan y se preguntan sobre ella, que incluso saben que van a morir.

Y da mucha pena la gente del campo, porque han sufrido sin culpa alguna, como los niños. Porque Chernóbil no lo ha inventado el campesino, que tiene con la naturaleza un trato especial, de confianza, el mismo contacto de hace cientos de años. En los pueblos no entendían qué había pasado y querían entender a los científicos, a cualquier persona instruida, cual si fuera un sacerdote. En cambio no se les decía otra cosa que “Todo está bien. No pasa nada malo. Lo único es que antes de las comidas lávense las manos” (p. 290).

Si Remarque nos habla del horror de la Gran Guerra, que supuso una generación perdida, si Günter Grass trata del sometimiento del individuo a las ideologías imperantes y el sentimiento de culpa del pueblo alemán tras la II Guerra Mundial, si Kertész reflexiona sobre la vida después de Auschwitz y Buchenwald, si Solzenistyn denuncia el gulag estalinista, Svetlana Alexiévich nos cuenta a través de las voces de nadies –o voces que hablan en nombre de los nadies – este otro gran Horror, que tampoco nunca debió ocurrir, llamado Chernóbil. (A propósito, ¡¡existe una generación que ha vivido el gulag estalinista, Auschwitz y Chernóbil!!)

A modo de advertencia, uno de los primeros capítulos, titulado Una solitaria voz humana, en el que la esposa de un bombero narra su experiencia, es particularmente duro y puede desanimar a continuar la lectura. También lo son algunos pasajes que hablan sobre los niños. (Confieso… haber llorado). El libro es, en suma, desgarrador pero…Necesario, porque Necesario es conocer el sufrimiento de los nadies.

 

Autor: Fran Castillo Sánchez-Beato. Profesor de Física y Matemáticas, y Director del IES Jorge Manrique.

Nota. El vídeo de Pink Floyd de su tema Marooned, cuyo enlace os ponemos a continuación, comienza con unas imágenes de la Tierra vista desde el espacio, para entrar posteriormente en la ciudad de Prípiat, comparando imágenes del antes y el, desgraciadamente, ahora:

                                                            Marooned, Pink Floyd: https://www.youtube.com/watch?v=P7YMI39sObY

Si quieres dejar un comentario, sugerencia o aportación relacionada con este artículo, puedes hacerlo a continuación.

Escribir un comentario


Código de seguridad
Refescar

El Zurriburri es la revista digital del I.E.S. Jorge Manrique

fachada

institutobilingue

 

FSE horizontal dcha 

Bilingüismo Secc Lin Ale Plur Fra

Newsletter

Si no quieres perderte ninguna publicación, suscríbete a nuestra revista:

Buscar

Esta revista digital está patrocinada por:

Colabora en la revista

Si quieres participar en El Zurriburri envía un artículo que consideres de interés a la dirección de correo electrónico:

direccion@iesjorgemanrique.org

 

 

Sitios amigos de El Zurriburri

Aprende con el CSIC 02

Si te apasiona la lectura no puedes perderte el siguiente blog:

Un libro al día

Nº de Visitas a El Zurriburri

1219623
1845
Nº de suscripciones a El Zurriburri
fachada

   El Zurriburri es la revista digital del I.E.S. Jorge Manrique

Centro con Sección Bilingüe en Inglés, Sección Lingüística en Alemán y Proyecto Plurilingüe en Francés.

C/ Mar Adriático, 2
Tres Cantos - 28760
Telf.: 91 804 09 64   

institutobilingue FSE horizontal dcha